martes, marzo 02, 2010

Reflexión de EUGENIO RIVERA ROJAS


¿Qué habrá pensado esa madre que arrullaba a su hijo la noche del viernes antes que cayera sobre ella, su familia y su retoño el desastre? ¿Qué habrá imaginado el pescador solitario que en las costas del Maule se hacía a la mar, desprevenidamente, mientras la gran ola se venía sobre él..? ¿Qué sueño inundaría la habitación de esos niños humildes que desaparecieron en Coronel, de esos que aun no sabemos, de los que ahora duermen el sueño eterno, el descanso quizás? ¿Qué habrán visto los ojos de esos cientos de mujeres, hombres y niños que vieron venirse sobre ellos la tragedia…?

Esta mañana me eche temprano de la cama, para salir al trabajo… trabajo que iniciaba cansado, agotado de tanta imagen terrible que inundaba nuestra casa y por cierto, también a la familia.

Tenía programado desde días acudir al campo, a laborar con agricultores como es mi cotidiano; y la compañera de siempre - mi alegría - esta vez convertida en pena, desconcierto y amargura.

Traté de hacerme a la idea de que hay que sobreponerse al amargo momento, y continuar construyendo esperanzas entre los que quedamos vivos.

Caminé mucho esta jornada. Lo hice a propósito y deliberadamente… quería caminar de arriba abajo y recorrer la tierra que pisaba, quería quizás también decirle con rabia “seguimos aquí, aunque te duela, seguimos aquí, para quedarnos y ayudar a los que tu doblegaste..!”.

Calmé la jornada, corriendo, transitando de aquí para allá, cansando a Juan y su esposa Blanca que se esmeraban en seguirme, en respetuoso silencio… saludé, como nunca, afectuosa y cariñosamente a cuanto anciano y vecino salía a nuestro encuentro, nos acariciamos tiernamente y nos abrazamos también con cada uno de ellos y creo que lo hacíamos con el solo deseo de agradecer a Dios por darnos, a quienes aun quedamos en pie frente a la historia, la posibilidad de volver a mirarnos y continuar disfrutando los minutos, los días y los años que nos quedan por delante.

Hice un par de fotos, para registrar la belleza del paisaje.. el cielo despejado de Castro, a la niña con su perro y a mis amigos… y me contuve, cuando en el almuerzo, en casa de Juan y Blanquita las noticias nuevamente comenzaban a mostrarnos la desgracia, el dolor ajeno, la muerte y claro también, la miseria humana… como me duele Chile esta tarde.

Un abrazo a todos, y por sobre todo a los que sufren.

Saludos.

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